Blogia
DIAGNÓSTICO

Crecimiento Personal

El dominio de si mismo (I)

La sugestión o más bien la autosugestión es un tema reciente pero tan antiguo como el mundo. Es un tema nuevo en el sentido en que, hasta el presente, ha sido mal estudiado y, por consecuencia, mal conocido; es antiguo porque data desde que apareció el hombre sobre la tierra.

En efecto, la autosugestión es un instrumento que poseemos al nacer, y este instrumento o, mejor esta fuerza, está dotada de una inaudita e incalculable potencia, tal que, según las circunstancias, produce los mejores o los peores efectos.

El conocer sobre esta fuerza no sólo es útil para cada uno de nosotros en general, sino y en particular, es indispensable para los médicos, los magistrados, los abogados, los educadores de jóvenes, los padres de familia, etc.

Cuando se la pone en práctica de manera consciente, se evita, en principio, provocar en los otros autosugestiones que, por nocivas, pueden traer por consecuencia desastres. Y por otra parte, puede con el uso conciente de la misma, provocar bienes que traigan la salud física a los enfermos, la salud moral a los neuróticos (víctimas inconscientes de autosugestiones anteriores), y sobretodo a personas que tienen tendencia a mezclarse con lo desagradable.

Para comprender los fenómenos de la sugestión o, para hablar más precisamente, de la autosugestión, es necesario saber que existen, en nosotros, dos individuos absolutamente distintos el uno del otro. Los dos son inteligentes, pero, mientras que el uno es consciente, el otro es inconsciente.

Ese estado de “inconsciente” es la razón por la cual, la existencia de este ser, pasa, generalmente desapercibida.

Es fácil de constatar, no obstante, esta existencia, por poco que se tome uno la pena de examinar ciertos fenómenos y de reflexionar en ellos algunos momentos.

 He aquí algunos ejemplos:

Todo el mundo conoce el sonambulismo, sabemos que un sonámbulo se levanta en la noche, sin despertarse; que sale de su habitación luego de vestirse, o no, desciende las escaleras, atraviesa corredores y que, luego de ejecutar ciertos actos o terminar cierto trabajo, retorna a su habitación, se vuelve a acostar, y muestra, a la mañana, la mayor sorpresa al encontrar terminado un trabajo que había dejado inacabado, la víspera. No sabe que fue él quien lo hizo. ¿A cuál él se preguntará, sorprendido, atribuir su trabajo terminado? ¿A qué fuerza obedece su cuerpo sino a una fuerza inconsciente, a su ser inconsciente?

Consideremos ahora, si ustedes quieren, el caso muy frecuente, de un alcohólico atacado de “delirium tremens”. Como tomado por un acceso de demencia, se hace a cualquier arma (cuchillo, martillo, hacha) y golpea furiosamente a aquellos que tienen el infortunio de estar a su alrededor. Cuando el acceso termina, el hombre recobra el sentido, contempla con horror la masacre que se ofrece a su vista, ignorante de que él mismo es el autor. ¿Acaso, no es el inconsciente quien ha ordenado este malestar?

Si comparamos el ser consciente con el ser inconsciente, constatamos que, mientras que el consciente está dotado de una memoria no muy fiel, el inconsciente, al contrario, está provisto de una excelente e impecable memoria, grava, a nuestro pesar, los más mínimos acontecimientos, los más mínimos hechos de nuestra existencia.

 
Además, es crédulo y acepta, sin razonar, lo que se le ndice. Y, como es quien preside el funcionamiento de todos nuestros órganos, por intermedio del cerebro, se produce el hecho de que, -cosa que usted encontrará paradójica-, tal o cual órgano
funcione bien o mal o, de sentir tal o cual impresión que, determina nuestro quehacer diario.

Lo inconsciente, no sólo, preside, las funciones de nuestro organismo sino también, el cumplimiento de todas nuestras acciones, sean cuales sean éstas.

Lo que llamamos “imaginación” y que, contrariamente a lo que es admitido, nos hace siempre trabajar, incluso contra nuestra voluntad cuando hay antagonismo entre estas dos fuerzas, es lo inconsciente.

Voluntad e imaginación

Si abrimos un diccionario y buscamos el significado del término voluntad, encontraremos esta definición: “Facultad de libre determinación de nuestros actos”.

Aceptamos esta definición como verdadera, e intachable. Ahora bien, nada es más falso, y esta voluntad, que reivindicamos tan orgullosamente, cede siempre el paso a la imaginación. Esta es una ley absoluta es decir que, no sufre excepción alguna.

“! Blasfemia! ¡Paradoja!” Opondrá, usted. “En lo absoluto. Verdad, pura verdad”, les respondo yo.

Y para convencerlo, abra los ojos, mire a su alrededor, y sepa comprender lo que ve.
Usted se da cuenta entonces que lo que le digo no es una teoría fundada por un cerebro enfermo, sino la simple expresión de lo que es.

Supongamos que colocamos al sol una plancha de 10 metros de largo por 25 metros de ancho: es evidente que todo el mundo será capaz de ir de uno a otro lado de esta plancha sin tropezarse.

¿No se ha dado cuenta que, cuando cree haber olvidado un nombre más se le escapa éste, al tratar de recordarlo, mientras que, al sustituir en su mente, tal idea, por esta otra: “ya me acordaré”, el nombre aparece sin el menor esfuerzo?.

Aquellos que hacen bicicleta se acuerdan de sus primeros intentos. Iban por la calle y ante el temor de caer, se agarraban del volante, de un momento a otro, notaban en medio del camino un caballo o un simple guijarro, buscaban evitar el obstáculo, pero mientras más esfuerzos hacían por evitarlo, más directamente iban hacia él.

¿Quién no tuvo esa risa loca, ese reír que mientras más esfuerzos se hace por evitarlo, más violento es?. ¿Cuál era el pensamiento de cada uno en tales diferentes circunstancias?

“quiero no caerme”,
“quiero encontrar el nombre de madame Cosa, pero no puedo”,
“Quiero evitar el obstáculo, pero no puedo”,
“Quiero contener la risa, pero no puedo”.

Como se ve, en cada uno de estos conflictos, es siempre la imaginación que domina sobre la voluntad y, sin excepción.

En el mismo orden de ideas, ¿acaso no sabemos que un jefe de tropa que se precipita hacia delante, a la cabeza del grupo, entrena a su tropa a estar siempre después de él, mientras que si grita: “Sálvese quien pueda”, determina casi fatalmente el fracaso?

¿Por qué? En el primer caso, la tropa se imaginan que ellos deben caminar hacia delante, a la cabeza de sus tropas, mientras que; en el segundo, se imaginan que ellos están vencidos y que es preciso huir para escapar de la muerte.
Panurge, no ignoraba el contagio del ejemplo, es decir, la acción de la imaginación, cuando, para vengarse de un negociante con el que navegaba, le compró el mejor cordero y se lo tiró al mar, tal que, los demás corderos, lo siguieron, sin que le quedase al enemigo, ninguno.

Nosotros, los humanos, nos parecemos más o menos a los corderos y, a pesar de nosotros, seguimos irresistiblemente el ejemplo de otro, imaginando que no podemos hacer de otro modo.

Podría citar muchos ejemplos, pero creo que tal enumeración es innecesaria. No pasaré en silencio, no obstante, el hecho de la enorme potencia que presenta la imaginación, dicho de otra manera, la potencia del inconsciente en la lucha contra la
voluntad.

Cambiemos las condiciones del experimento y supongamos que esta plancha está ubicada a la altura de las torres de una catedral: ¿quién es entonces, capaz de avanzar por lo menos un metro sobre tan estrecho camino?. ¿Usted quien, me escucha? No.

 Sin duda. Usted no daría dos pasos sin temblar: y que, a pesar de todos sus esfuerzos de voluntad, caería infaliblemente al suelo.

¿Por qué entonces, si la plancha está en el suelo, por qué no caería usted? Y, ¿Por qué sí caería cuando está puesta en lo alto? Simplemente porque, en el primer caso usted se imagina que es fácil ir hasta el otro extremo de la plancha, mientras que, en el segundo, usted se imagina que usted no puede. Usted pudo querer avanzar pero, si imagina que usted no puede, queda en la imposibilidad absoluta de hacerlo.

Si los obreros, carpinteros, son capaces de realizar tal acción, es porque ellos imaginan que pueden.

El vértigo no tiene otra causa que, la imagen de caer que nos hacemos; esta imagen se transforma inmediatamente en acto, a pesar de todos nuestros esfuerzos de voluntad. Estas imágenes inconscientes son tanto más rápidas que la intensidad de nuestros esfuerzos.

Consideremos una persona afectada de insomnio. Si no hace esfuerzos por dormir se quedará tranquila en su lecho. Si por el contrario, quiere dormir, a mayor esfuerzo mayor agite, menos se duerme.

¿No se ha dado cuenta que, cuando cree haber olvidado un nombre más se le escapa éste, al tratar de recordarlo, mientras que, al sustituir en su mente, tal idea, por esta otra: “ya me acordaré”, el nombre aparece sin el menor esfuerzo?.

Aquellos que hacen bicicleta se acuerdan de sus primeros intentos. Iban por la calle y ante el temor de caer, se agarraban del volante, de un momento a otro, notaban en medio del camino un caballo o un simple guijarro, buscaban evitar el obstáculo, pero mientras más esfuerzos hacían por evitarlo, más directamente iban hacia él.

¿Quién no tuvo esa risa loca, ese reír que mientras más esfuerzos se hace por evitarlo, más violento es?. ¿Cuál era el pensamiento de cada uno en tales diferentes circunstancias?

“quiero no caerme”,
“quiero encontrar el nombre de madame Cosa, pero no puedo”,
“Quiero evitar el obstáculo, pero no puedo”,
“Quiero contener la risa, pero no puedo”.

Como se ve, en cada uno de estos conflictos, es siempre la imaginación que domina sobre la voluntad y, sin excepción.

En el mismo orden de ideas, ¿acaso no sabemos que un jefe de tropa que se precipita hacia delante, a la cabeza del grupo, entrena a su tropa a estar siempre después de él, mientras que si grita: “Sálvese quien pueda”, determina casi fatalmente el fracaso?
¿Por qué? En el primer caso, la tropa se imaginan que ellos deben caminar hacia delante, a la cabeza de sus tropas, mientras que; en el segundo, se imaginan que ellos están vencidos y que es preciso huir para escapar de la muerte.
Panurge, no ignoraba el contagio del ejemplo, es decir, la acción de la imaginación, cuando, para vengarse de un negociante con el que navegaba, le compró el mejor cordero y se lo tiró al mar, tal que, los demás corderos, lo siguieron, sin que le quedase al enemigo, ninguno.

Nosotros, los humanos, nos parecemos más o menos a los corderos y, a pesar de nosotros, seguimos irresistiblemente el ejemplo de otro, imaginando que no podemos hacer de otro modo.

Podría citar muchos ejemplos, pero creo que tal enumeración es innecesaria. No pasaré en silencio, no obstante, el hecho de la enorme potencia que presenta la imaginación, dicho de otra manera, la potencia del inconsciente en la lucha contra la
voluntad.

Hay bebedores que desearían dejar de beber, pero que no pueden impedírselo a sí mismos. Interróguelos, le responderán, con toda sinceridad, que quisieran estar sobrios, que la bebida los desgasta, pero que son, irresistiblemente impulsados a
beber, a pesar de su voluntad, a pesar del mal que saben, les hará...

Incluso ciertos criminales hacen sus fechorías a pesar de ellos, y cuando se les pregunta por qué, ellos responden: ”Yo no pude impedírmelo, eso era más poderoso, era más fuerte que yo”.

Y el bebedor y el criminal, dicen la verdad: están formados para hacer lo que hacen, por la sola razón de que ellos imaginan que no pueden no hacerlo.

Así pues, nosotros que estamos tan orgullosos de nuestra voluntad, nosotros que nos creemos tan libres en lo que hacemos, no somos sino unos pobres fantoches de los que la imaginación tiene los hilos. No cesamos de ser esos fantoches sino cuando hemos aprendido a conducir la imaginación.

Sugestión y Autosugestión

Después de lo anterior, podemos asemejar la imaginación a un torrente que entraña, finalmente, malestar y que, se le ha dejado caer, a pesar de nuestra voluntad de cruzar el río. Ese torrente, parece indomeñable; mientras que si usted sabe cómo tomarlo, usted volteará su curso, lo conducirá hasta la fábrica, y allí, lo transformará en fuerza, en movimiento, en calor, en electricidad. Si esta comparación no les parece suficiente, asemejemos entonces la imaginación (la loca de la casa, como se la llama) a un caballo salvaje que no tiene ni guía ni frenos. ¿Qué puede hacer el jinete que lo monta, si no, dejarse llevar a donde al caballo le plazca conducirlo? Y siguiendo, entonces, si éste se encabrita, es en la fosa donde detiene su carrera. ¿Que el jinete acaba de poner frenos a su caballo, y que los roles han cambiado? No es el caballo quien va a donde él quiere, es el jinete quien se hace seguir por su caballo por la ruta que desea.

Fuente: Émile Coué (El dominio de si mismo)

La Oxigenoterapia: Cámara Hiperbárica

La Oxigenoterapia: Cámara Hiperbárica

 

La oxigenoterapia hiperbárica (OHB) es una modalidad terapéutica que se fundamenta en la obtención de presiones parciales de oxígeno elevadas, al respirar oxígeno puro, en el interior de una cámara hiperbárica, a una presión superior a la atmosférica. Se trata pues de una terapéutica farmacológica, cuyo margen de aplicación está determinado por la presión máxima alcanzada, la duración de la inhalación y la frecuencia y número total de exposiciones.

La aplicación local de oxígeno carece de eficacia demostrada, y aunque la presión de la fuente local pueda ser elevada, de ninguna forma puede considerarse una modalidad, ni tan siquiera local, de OHB.

La ozonoterapia tampoco modifica la presión parcial del oxígeno ni aumenta su transporte plasmático.

HISTORIA

La OHB es conocida desde hace más de 300 años, aunque sólo se utiliza con propiedad desde hace 25. Los documentos y testimonios anteriores a 1961 tienen solamente valor histórico o anecdótico. En la segunda mitad del siglo pasado, en Europa, y en el primer cuarto de este siglo en Estados Unidos, la OHB alcanzó una gran difusión en aplicaciones que hoy debemos considerar sin fundamento. Algunas publicaciones poco rigurosas, en los años siguientes, y ciertas aseveraciones no fundamentadas sobre resultados inciertos, han provocado una corriente general de escepticismo alrededor de su papel real en terapéutica.

Por el contrario, en las últimas décadas se han producido una cifra realmente importante de publicaciones, muchas de ellas controladas, que establecen con rigor las bases reales de la OHB. Las bases de datos bibliográficas más populares (Medline, Excerpta Medica, Current Contents) recogen varios miles de referencias. Existen también algunos libros y manuales generales de gran calidad (Davis2, Kindwall3, Oriani et al4, Wattel y Mathieu5), así como revisiones generales en prestigiosas revistas6-10.

La OHB tiene hoy una gran difusión en Rusia, y en Estados Unidos, donde el número de cámaras hiperbáricas supera la cifra de 200, una cuarta parte de ellas emplazadas en los últimos 5 años. Su difusión en Europa es moderadamente amplia en Italia, Francia y Alemania. En España, el Comité Coordinador de Centros de Medicina Hiperbárica (CCCMH) agrupa a 9 centros hospitalarios de medicina hiperbárica, de acuerdo a las recomendaciones de su homólogo el European Committee for Hyperbaric Medicine (ECHM)11. El CCMH posee una página WEB que contiene amplia información en castellano sobre los principales aspectos de la medicina hiperbárica y de su utilización en España, con un listado de los principales centros de referencia (http://www.comb. es/cccmh).

TECNOLOGÍA HIPERBÁRICA. TIPOS DE CÁMARAS

La OHB puede realizarse en cámara monoplaza o en cámara multiplaza.

Cámaras monoplaza

Son de pequeño volumen, aptas para un solo enfermo, y suelen ser presurizadas con oxígeno puro. El enfermo está incomunicado del exterior, y la posibilidad de aplicación de técnicas de medicina intensiva, por ejemplo, o de asistencia urgente en caso de problemas es forzosamente limitada. Al alcanzarse concentraciones tan elevadas de oxígeno con un volumen de expansión relativamente alto, existe un cierto riesgo de deflagración.

Cámaras multiplaza

Se presurizan con aire comprimido, pueden alojar varios enfermos al mismo tiempo que respiran oxígeno puro en circuito semiabierto mediante mascarilla nasofacial hermética o casco integral. De esta forma la concentración de oxígeno ambiental se mantiene muy cerca de los valores atmosféricos, a pesar de que el paciente recibe una concentración cercana al 100%. La gran ventaja de un sistema multiplaza es que el personal sanitario especializado puede acompañar y asistir al enfermo en caso necesario, y mantener dentro de la cámara todas las técnicas médicas que el paciente precise.

El riesgo de deflagración existe, aunque se mantiene en un margen muy reducido. La base de datos del Comité de Seguridad de la americana Undersea & Hyperbaric Medical Society (UHMS) permite cuantificar que el porcentaje de accidentes referidos al elevadísimo número de tratamientos aplicados se mantiene dentro de un alto margen de inocuidad. Hace un tiempo se produjo un desgraciado accidente en un conocido centro hiperbárico de la ciudad de Milán (Italia). Todo parece indicar que la causa del desastre se debió a un fallo humano que relajó las medidas de seguridad habituales en un centro de estas características.

EFECTOS NORMALES O FISIOLÓGICOS DE LA OHB

La estancia en una cámara hiperbárica a una presión superior a la atmosférica produce ciertos efectos fisiológicos en toda persona, sana o enferma, que la ocupa. Unos dependen por un lado del aumento de la presión ambiental per se, y en segundo lugar de la elevación de la presión parcial del oxígeno.

Efectos volumétricos

En virtud de la ley de Boyle-Mariotte, la elevación de la presión ambiental disminuye el volumen de todas las cavidades orgánicas aéreas que no están en contacto con las vías respiratorias (vejiga urinaria, tracto digestivo, órgano de la audición, senos paranasales) en función proporcionalmente inversa. Este efecto es reversible al restablecer el valor de la presión atmosférica. Todos los objetos huecos, o que contengan aire en su interior, experimentan las mismas variaciones de volumen.

Efectos solumétricos

Según la ley de Henry, al respirar oxígeno puro en medio hiperbárico se produce un aumento progresivo de la presión arterial de oxígeno que puede superar los 2.000 mmHg, a un valor ambiental de 3 atmósferas absolutas (ATA). El volumen de oxígeno disuelto y transportado por el plasma, mínimo a presión atmosférica, aumenta más de 22 veces. De ello se deriva, como acción directa, un aumento de la presión venosa de oxígeno, que puede superar los 600 mmHg, y de presión tisular de oxígeno, que puede sobrepasar los 400 mmHg (tabla I).
El organismo se protege de la excesiva cantidad de oxígeno produciendo radicales libres oxigenados, sobre cuyo efecto la OHB actúa como modulador, y experimentando una vasoconstricción periférica dosis-dependiente. A pesar de la disminución de flujo que esto comporta, la gran hiperoxia logra siempre mantener en todos los casos un saldo de oxígeno favorable; es decir, se trata de una vasoconstricción no hipoxemiante. Estudios realizados por Saltzman12 en 1968 evidenciaron, en exploraciones funduscópicas realizadas en medio hiperbárico, que a pesar de la acusada vasoconstricción, la hiperoxigenación era manifiesta. Más recientemente Mathieu y Wattel3 han confirmado aquellas hipótesis mediante técnicas de capilaroscopia en pacientes vasculares en curso de tratamiento con OHB.

EFECTOS ESPECIALES O TERAPÉUTICOS DE LA OHB

Efectos directos

La hiperoxia arterial, venosa y tisular, y sobre todo el gran aumento del transporte y disponibilidad del oxígeno plasmático, proporcionan un posible efecto terapéutico en todas las enfermedades en que exista un fenómeno de hipoxia tisular general o local, como factor etiopatogénico preponderante o bien un cortejo fisiopatológico oxidependiente. La OHB proporciona un aporte adicional de oxígeno transportado por el plasma. Se trata de oxígeno en forma física, disuelto en el plasma, ajeno a las limitaciones reológicas o condicionamientos metabólicos que limitan en ocasiones la transferencia o el aprovechamiento del oxígeno eritrocitario14; es un oxígeno que accede por capilaridad, por ejemplo, a territorios isquémicos terminales y que es transferido a favor de gradiente por difusión simple.

Efectos indirectos

En función de determinados estados fisiopatológicos se producen acciones terapéuticas específicas en algunas enfermedades:

Disminución del volumen de las burbujas en caso de embolismo gaseoso. Al aumentar la presión ambiental disminuye de forma proporcionalmente inversa el volumen de todas las cavidades aéreas no comunicadas con las vías respiratorias15. El aumento de la presión parcial del oxígeno y la reducción a cero de la del nitrógeno aceleran la reabsorción de los émbolos gaseosos a favor de gradiente (efecto ventana de oxígeno16,17) hasta lograr su eliminación. La OHB es el único tratamiento etiológico del embolismo gaseoso de cualquier origen, ya sea traumático, barotraumático o iatrógeno.

Efecto Robin-Hood. La vasoconstricción periférica hiperbárica es un mecanismo fisiológico de defensa frente a la hiperoxia, y por tanto sólo afecta a los miembros sanos. Cuando existe un estado de hipoxia local (vasculopatías periféricas, síndromes compartimentales, edema maligno), este territorio se beneficia del volumen plasmático deprivado a expensas de los territorios sanos; es decir, un fenómeno similar al conocido robo arterial pero en sentido contrario, de forma que el tejido sano, el rico, sobrealimenta al hipóxico, el pobre. Debemos esta original pero significativa expresión a la comunicación personal de colegas rusos y cubanos, en cuyos países la OHB tiene un alto grado de desarrollo.

Estímulo de la microneovascularización y neocolagenización. Angiogénesis. La OHB favorece la hidroxilación de la prolina y finalmente la formación de un exuberante tejido de granulación en estados en que por causas hipóxicas ésta se hallaba frenada (microangiopatía diabética, tejidos irradiados, arteriopatías en estadios avanzados, trastornos tróficos en enfermedades sistémicas: enfermedad de Crohn, arteritis, enfermedad de Raynaud). Por otro lado, la alternancia hiperoxia/normoxia constituye un estímulo angiogenético significativo18-20. Ambos mecanismos están hoy día muy bien estudiados y evidenciados con las modernas técnicas iconográficas. Por mecanismos similares, la OHB ha demostrado también un cierto efecto sobre el metabolismo fosfocálcico, que ha dado lugar a ciertos estudios experimentales tratando de explicar un conocido efecto positivo en los retardos de calcificación21-23.

Reactivación de la capacidad fagocítica oxígeno-dependiente de los granulocitos polinucleares (PMN). Está muy bien estudiada en sofisticados estudios experimentales, que sientan las bases de la aplicación de la OHB en algunas infecciones crónicas por gérmenes aerobios, en especial las producidas por Staphylococcus aureus y por Pseudomonas aeruginosa en las cuales la OHB ha demostrado un efecto sinérgico con la tobramicina24-27.

Acción bacteriostática sobre algunos gérmenes anaerobios no esporulados. En especial sobre Bacteroides fragilis, Actinomices, Rhizopus y algunos otros28,29. En la actualidad este mecanismo tiene menor importancia al existir un buen arsenal antimicrobiano eficaz en muchas de estas situaciones. No obstante, la OHB debe considerarse en las situaciones en que los medios convencionales hayan fracasado o no sean disponibles30.

Acción bactericida sobre algunos gérmenes anaerobios esporulados. Es muy conocida la actividad de la OHB en las especies del género Clostridium causantes de infecciones necrosantes de partes blandas. La OHB logra la destrucción del germen cuando se aplica a una presión de 3 ATA31.

Bloqueo de la formación de toxinas clostridiales. Con mucho, este mecanismo es más importante que en el anterior, pues en la antiguamente llamada gangrena gaseosa, la mortalidad precoz y fulminante, no se debe a la infección o la necrosis en sí misma, sino a la hemólisis provodada por varias de las toxinas clostridiales, en especial la alfa. La producción de toxinas está condicionada por la existencia de bajos potenciales de oxidación-reducción32; el aumento de este potencial frena de inmediato la producción de toxinas, lo cual sólo puede lograrse mediante la OHB33.

Eliminación rápida de la carboxihemoglobina (HbCO). En las intoxicaciones agudas por monóxido de carbono, la HbCO forma una molécula 240 veces más estable que la oxihemoglobina. La vida media de la HbCO en aire ambiente es de 520 minutos, y respirando oxígeno al 100% a presión atmosférica de 80 minutos, mientras que con oxígeno hiperbárico a 3 ATA se reduce a 23 minutos34-37.

EFECTOS SECUNDARIOS O INDESEABLES DE LA OHB

El aumento de presión podría provocar lesiones barotraumáticas sobre el tímpano, los senos paranasales, las cavidades huecas y los pulmones si no se adoptasen las medidas preventivas adecuadas. Con un mínimo de entrenamiento, este efecto se evita con faci lidad.

La hiperoxia, por otra parte, incrementa la formación de antioxidantes enzimáticos que intentan frenar el aumento de radicales libres. Si este mecanismo compensador es insuficiente, se produce el llamado estrés oxidativo.

Cuando se alcanza una presión parcial de oxígeno excesivamente elevada, puede presentarse un cuadro de irritación cortical que se manifiesta en forma de crisis jacksoniana que fue descrita por Paul Bert en 187838. Cede de inmediato al retirar la mascarilla de oxígeno y pasar el paciente a respirar aire ambiente. No deja secuelas, salvo la conocida aura poscomicial que puede mantenerse durante varios minutos.

En exposiciones muy continuadas al oxígeno hiperbárico (más de 10 horas ininterrumpidas o 200 acumulativas) pueden presentarse efectos tóxicos sobre el aparato respiratorio que se manifiestan de forma precoz con una disminución de la capacidad vital, descrita en 1980 y que se conoce como efecto Lorrain-Smith. Más adelante los efectos tóxicos del oxígeno sobre el aparato respiratorio han sido exhaustivamente estudiados por Clark y Frank39-42.

La conocida fibroplastia retrolental descrita en el recién nacido al abandonar las incubadoras, es inherente a la inmadurez ocular neonatal43,44 y no se produce pasados los primeros meses de vida45-47. Por el contrario, algunos enfermos pueden experimentar un trastorno visual transitorio conocido como miopía hiperbárica48,49. No se trata de un trastorno verdadero de la refracción, pero el efecto sobre la función visual es equivalente aunque transitorio50. Dada la frecuente hipermetropía de los pacientes ancianos, que a menudo reciben OHB por enfermedades metabólicas o vasculares, esta alteración visual es muchas veces referida como un efecto favorable en lugar de indeseable, y podría ser también la causa de valoración inadecuada de resultados terapéuticos. En cualquier caso, se trata de una situación transitoria que revierte al cabo de unos días de finalizar el tratamiento. En pacientes portadores de cataratas ya establecidas, éstas pueden experimentar una aceleración de su evolución51,52. No se produce ningún efecto similar sobre el ojo sano.

Utilizando pautas de tratamiento con una duración inferior a 3 horas y una presión máxima de 3 ATA, la OHB es una modalidad segura y con un margen terapéutico muy amplio, pues la presentación de efectos secundarios es excepcional.

Hacer lo mejor

Siempre admiré a las personas detallistas; aquellas que realizan las tareas de manera casi perfecta. Son personas de buen gusto, que tienen paciencia para volver a hacer un trabajo dos, tres o más veces si es necesario; son las que sienten gran satisfacción cuando terminan un proyecto.

En verdad, por más sencillo que sea el trabajo, debemos hacerlo de la mejor manera posible. Si ponemos amor en aquello que hacemos, habrá una diferencia muy grande en el producto de nuestro trabajo.

Una vez, un cantante famoso fue invitado a dar un concierto a beneficio de los Veteranos de la Primera Guerra Mundial. El Presidente de la Comisión que lo invitó, le dijo:

- Será una presentación benéfica. Por eso, no esperamos que presente un gran concierto. Su nombre es suficiente para atraer a las multitudes. Le aconsejo canciones simples, que no le exijan gran esfuerzo a su voz.

El cantante se sintió ofendido y respondió:

- No me contento con hacer menos de lo mejor que puedo hacer.

Es nuestro deber sacar el máximo provecho de nuestros dones y oportunidades, y cumplir fielmente y de la mejor manera cualquier tarea, sea grande o pequeña. Dios también espera que hagamos lo mejor, no importa cuál sea la obra que tengamos entre manos.

Creo que conoces la historia de José, aquel joven que fue vendido a los mercaderes ismaelitas por sus hermanos. Aunque pasó por muchos problemas, nunca entró en pánico. Preso en la cárcel como un esclavo en Egipto, mantuvo el autocontrol y el coraje. Otros, en su lugar, se habrían rebelado, se habrían deprimido o habrían muerto. Pero el carácter de José había sido educado para hacer lo mejor mientras esperaba que el futuro llegara. Esa manera de ser de José lo llevó a ocupar el puesto más alto en tierra extraña.

Tú tienes la vida por delante. Colócate el propósito de realizar la mejor manera todo lo que te venga a las manos por hacer. Dios te bendecirá, así como bendijo a José.

Su sueño le respondió: ¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!
Mateo 25:21

Fuente: Historias Inolvidables. Editorial APIA

www.RenuevoDePlenitud.com

El Fluir de la Marea...

El Fluir de la Marea...

Le decía el ejecutivo a su amigo médico, Dr., vivo angustiado y aburrido. Siento que mi vida me ha brindado éxitos materiales, posición, pero siento este desasosiego, esta inquietud que no puedo entender. Me siento confuso y sin aspiraciones. Creo que estoy enfermo.

Su amigo médico le hizo todos los exámenes, habló mucho con él y le dijo: Amigo mío, no te encuentro nada malo desde el punto de vista médico, pero creo saber lo que tienes. He escrito cuatro recetas, pero me tienes que prometer que las seguirás al pie de la letra. Dime: ¿Qué era lo que más te gustaba hacer cuando eras niño?.

Me encantaba ir a la playa.

Entonces, ve a la playa, toma la primera receta a las 9, la segunda a las 12, la tercera a las 3, y la cuarta a las 6. Recuerda, no puedes llevar nada, ni radios, ni revistas, ni libros. ¡Siente la naturaleza! El hombre fue a la playa y sacó la primera receta que decía:

 

¡OYE CON ATENCIÓN!

¿Qué cuento es este, qué puedo oír, estoy oyendo ya. Y tengo que hacer esto por tres horas? Bueno puedo oír esos pájaros, quizás antes no los oía, pero ahora sí los oigo. Puedo oír las olas y la espuma. ¡Oye!, si pongo atención puedo oír a los cangrejos, puedo oír la brisa soplando, las matas moviéndose, el vaivén de la maleza; mientras más oigo ...más escucho. Poco a poco él mismo hizo silencio, comenzó a oír los sonidos de su existencia, a disminuir el ritmo acelerado de su vida pública, a oír los sonidos de su desencanto. Y mientras más oía, comenzó a percibir otros sonidos debajo de los sonidos; cosas que nunca había percibido. Al rato comenzó a sentir una gran paz, algo que no había sentido en años, a sentir los murmullos de su vida interior. Ya cerca del mediodía no aguantaba la tentación de tomar la segunda receta. A las 12 M., la saca y lee unas palabras:

 

¡INTENTA MIRAR HACIA ATRÁS!

¿Que significará esto, que mire hacia atrás?, debe ser que recuerde mi pasado. Recuerdo lo entusiasmados que nos sentíamos cuando salíamos de! colegio y veníamos a la playa, nos sentíamos excitados y gritábamos, recuerdo que venía con mi hermano... y entonces sintió una gran emoción cuando recordó a su hermano, una gran nostalgia porque su hermano había muerto en la guerra, ya no estaba. Pero sí recordaba los momentos juntos en la playa, los juegos con sus padres, los gritos, la emoción familiar, el aire fresco. Construíamos castillos, nos tirábamos agua... Quedó tan embrujado por los recuerdos de esos momentos familiares, con sus amigos, tan imbuido por aquellos recuerdos profundos de su vida íntima, que sin sentir se pasaron más de tres horas. Llegadas las 3 de la tarde estaba ansioso por abrir la tercera receta. Esta era la clave, la más profunda. Las otras dos solo habían preparado el terreno para la tercera. La tomó y leyó tres palabras:

 

¡REEXAMINA TUS MOTIVOS!

¿Examinar mis motivos por tres horas, cuál es mi centro, qué significa mi vida, cuál es mi Misión en la vida, mi Visión, qué soy yo? Verdaderamente esta era la receta más difícil. Entró en una profunda reflexión y descubrió que lo que estaba en el centro de su vida era él mismo, cubrir sus necesidades más importantes. Que había estado siguiendo un patrón de vida egoísta, hasta la esencia principal de sus actividades por la comunidad tenían como objetivo que la gente se diera cuenta que era él quien las hacía. No parecía haber nada profundamente anónimo en su servicio a otros sino que todo era movido por pura apariencia externa. En realidad se estaba sirviendo a si mismo. Se dio cuenta que sus males, su aburrimiento, su enfermedad eran del espíritu. Comprendió el egoísmo de su vida, que estaba centrado en principios equivocados, no en un genuino deseo de servir, de contribuir.

 

Y pasó la mayor parte de aquellas tres horas pensando en lo que había sido su vida, en        ^¡n reorganizarse a sí mismo, en reorientarse internamente y plantar nuevas semillas, nuevos motivos, nuevos deseos que fueran más congruentes y estuvieran mejor alineados con Principios verdaderos y no imaginarios. El proceso hacía cada momento más creativo, comenzó a usar su imaginación. En lugar de seguir viviendo de sus recuerdos, se exigió a si mismo oír a su conciencia.

 

Cuando vivimos de los recuerdos nos enfocamos en el pasado. Cuando vivimos de nuestra imaginación nos enfocamos en el futuro. Lo que hemos dejado atrás es nada comparado con lo que tenemos dentro y frente a nosotros. Pero fue necesario todo este análisis, todo ese concientizar, todo ese profundizar ...esas dos primeras recetas... para revivir momentos felices y tranquilizar su vida y su espíritu, para prepararlo para analizarse profundamente. Concientizar, explorarse, examinar sus motivos profundos.

 

Cuando llegaron las 6 de la tarde ya había terminado. Y por primera vez se dijo a sí mismo: Ahora sé lo que significa mi vida. Ahora sé cuál es mi enfermedad. Ahora sé lo que significo yo. Sé las causas de mis problemas y lo que tengo que hacer. No estoy curado, pero sé que dirección tomar. Así que a las 6 de la tarde saca la última receta y lee:

¡ESCRIBE TUS ANGUSTIAS EN LA ARENA!

 

Se puso pensativo, y mirando a lo lejos dejó que la brisa de la tarde se llevara el pedazo de papel hacia el ocaso, tomó un pedazo de concha,

 

se acercó lentamente a donde estaba la huella de las olas que habían retrocedido después de besar la playa, se inclinó e hizo unos cuantos trazos. Luego se levantó, se dio vuelta y se alejó sin mirar atrás.

 

..Y LA MAREA

VENÍA SUBIENDO...

Fuente: Arthur Gordon

Una vida de éxitos empieza con un sueño

Una vida de éxitos empieza con un sueño

 

Las personas que triunfan no ven a su familia, trabajo, salud o for­tuna tal y como son. Dan un salto hacia adelante y hacen algo que es a la vez sencillo y profundo: miran la vida no tal y como es, sino como puede ser. Sienten la vida tal y como será después de aplicar de forma persistente e inteligente sus esfuerzos bajo el lema «voy a ga­nar».

El progreso, en cualquier actividad, se logra solamente cuando se ven todas las posibilidades que ella tiene, no cuando dejamos que que­de restringida a su realidad actual. Los grandes arquitectos y construc­tores, o los inversores, no ven la realidad de los barrios bajos de las ciudades y de los edificios medio en ruina. Sólo ven las posibilidades que existen de convertir esos barrios bajos en ambientes comunitarios nuevos en los que la gente pueda vivir, trabajar y divertirse. Cada ne­gocio, escuela, institución o edificio es un sueño de alguien hecho reali­dad.

Una vida importante siempre comienza con un gran sueño. Todas las personas tenemos dos tipos de visión: la visión que nos facilitan los ojos y la visión mental. La visión que nos proporcionan los ojos nos dice qué objetos nos rodean. La visión que nos dan los ojos com­pone imágenes de árboles, de personas, de edificios, de montañas, de agua, de estrellas y de otras cosas físicas y tangibles. La visión de los ojos es física.

La visión mental es diferente de la de los ojos. La visión mental es la facultad de ver no lo que existe, sino lo que puede llegar a existir de emplearse la inteligencia humana. La visión mental consiste en la capacidad de soñar. Con ella nos representamos formas futuras, por ejemplo, del hogar que queremos, la relación familiar que deseamos, los ingresos que nos gustaría tener, las vacaciones que nos apetecería tomarnos o nuestra fortuna económica en un momento determinado.

La visión ocular es exclusivamente física y solamente ve la realidad material. La visión mental es puramente espiritual y solamente ve posibilidades. La visión mental desvela lo que todavía no es real ni tangible. Nuestros éxitos (logros, influencia y satisfacciones), nuestra fortuna (ingresos, capital y bienestar físico) y nuestra felicidad (respe­to, alegría y contento) dependen de cómo decidamos emplear nuestra visión mental para soñar.

Las personas difieren poco en lo que respecta a la visión ocular. A una edad muy temprana, todos los niños pueden distinguir perfecta­mente, utilizando la vista de sus ojos, objetos como las personas, los edificios, las estrellas o el agua. Sin embargo, se dan grandes dispari­dades en la visión o imagen mental de lo que, todavía, no es real ni tangible. Una gran mayoría de la gente «ve» el futuro lleno de proble­mas. En lo que se refiere al trabajo, esas personas se ven a sí mismas desempeñando de por vida una labor vulgar y mal retribuida. En lo social, su visión mental sólo atisba aburrimiento y grandes problemas, en vez de alegría. Y en lo que se refiere a su vida doméstica y familiar solamente pueden «ver», en el mejor de los casos, una existencia vul­gar, aburrida y plagada de problemas.

Sin embargo, unos cuantos soñadores que orientan su vida hacia el éxito ven el futuro lleno de situaciones estimulantes. Ven el trabajo como un camino de progreso y de prestigio que les deparará grandes compensaciones. Los soñadores creativos ven las relaciones sociales como una motivación, un estímulo y una diversión. En lo que respecta a su vida doméstica ven emoción, aventura y felicidad. Prefieren elegir el sueño de una vida buena y rica.

De cómo utilicemos dicha visión mental, de lo que elijamos «ver» o soñar, depende que ganemos o que perdamos en la vida. Cada uno de nosotros es capaz de convertir esta vida en un paraíso o en un in­fierno. Todo depende de la forma en que decidamos soñar con ella. Los que ven la vida como un paraíso son los ganadores. Los que la ven como un infierno son los perdedores.

Algunos creen que es la suerte o el azar lo que determina su des­tino. Estas personas están convencidas de que la riqueza, el éxito o una vida agradable dependen de la cara que salga en el dado, de cómo rue­de la rueda o del número que el azar elija en la lotería de Navidad. ¡Qué tontería!

La probabilidad estadística de ganar un millón de dólares en la lo­tería es de una contra muchos millones. El juego de la lotería atrae a la gente que cree que se puede ser rico con una inversión de unos pocos dólares tan sólo. El mercado de los que juegan a la lotería o a cualquier otro juego lo forman las personas que creen que pueden obtener una gran riqueza por azar o buena suerte.

Desear no es lo mismo que soñar. El deseo es algo pasivo e inacti­vo. Desear es un pasatiempo ocioso que no está impulsado por un es­fuerzo mental. El soñar, por el contrario, está respaldado por un plan de acción destinado a obtener resultados.

Jim «desea» ascender en su trabajo. Pero Jim nunca se presta voluntariamente a realizar trabajo extra alguno, rehusa ayudar a sus compañeros de trabajo cuando lo necesitan y nunca propone una ini­ciativa diciendo: ¿Por qué no intentamos esto?

» ¿Se hará realidad el deseo de Jim de obtener más dinero? Por su­puesto que no.

María «desea» llegar a tener participación en la empresa de con­tabilidad en la que trabaja. Pero María «no tiene tiempo» para seguir un curso de contabilidad avanzada en una escuela, ni se presta volun­tariamente a echar una mano cuando resulta necesario trabajar jor­nadas de 12 ó 14 horas. María tampoco está dispuesta a alterar sus costumbres para proporcionar a sus clientes ideas sobre cómo aho­rrar impuestos. ¿Cuál es el resultado?: que el deseo de María no se cumple.

Tim y Susan «desean» tener un negocio propio y próspero. Pero Tim y Susan ponen en primer lugar divertirse los fines de semana. Siempre hay algo —una fiesta, una excursión o cualquier entreteni­miento— a lo que dedican todo su tiempo. Y, así, sus deseos se quedan siempre en deseos.

Como puede ver, todo el mundo puede desear. Sin embargo, un soñador emprende la acción que le llevará a su objetivo.

Puede usted dividir a las personas que conoce en dos tipos: los ga­nadores y los perdedores. Los ganadores son soñadores activos que trabajan para convertir sus sueños en logros reales y tangibles. Los perdedores son inactivos y siempre ponen pegas a todo, pensando que el «sistema» está contra ellos y que la suerte o el destino determinan necesariamente los acontecimientos.

Los perdedores son personas cínicas. «A Jane le han ascendido gracias a sus actividades extraordinarias con el jefe.» «Joe ha conse­guido ese pedido tan importante porque ha sobornado al comprador.» «Pete y Sara tienen un Mercedes nuevo, pero seguramente van a tener que estar pagando plazos durante cinco años.»

Los ganadores son personas de buena voluntad. «Me alegro por John. Ha trabajado mucho y merece un premio a su esfuerzo.» «El ascenso de Betty demuestra que cuando se da lo mejor de uno mismo en el trabajo, se obtiene una compensación.»

Los perdedores son pesimistas. «La economía está en bancarrota.

 La deuda nacional y los desequilibrios del mercado van a dar lugar, sin duda, a la peor depresión económica de todos los tiempos, de for­ma que más vale no tomarse la molestia de invertir para el futuro.»

Las personas que sueñan de manera positiva piensan: «Con inde­pendencia de que la economía vaya bien o mal ahora, va a mejorar en lo sucesivo. Siempre sucede lo mismo. Cuento con un gran futuro. Además, lo que ocurra con la economía de la nación está fuera de mi control; sin embargo, puedo controlar mi economía.»

Los perdedores son egoístas. «Eso no es problema mío. ¿Por qué tengo que ayudarle?» «Nadie ha hecho nunca nada por mí. ¿Por qué tengo, entonces, que hacer algo por los demás?»

Los ganadores son generosos. «Cuanto más ayude a otros a ganar dinero, más dinero ganaré yo a cambio.» «Las buenas acciones para con otras personas siempre tienen su recompensa.»

Los perdedores quieren obtener algo sin hacer nada. «La empresa para la que trabajo es muy grande, y se puede permitir pagarme más dinero.» «Llevo trabajando aquí diez años. La empresa tiene que pa­garme más.» «Haz trampa en la cuenta de gastos. Todo el mundo lo hace.» «Voy a tomarme tres días libres de baja por enfermedad, aunque no estoy enfermo. Estoy en mi derecho.»

Los ganadores saben que «no hay atajo sin trabajo». «Sacrificarse consiste en invertir para mi propio futuro y el de las personas a quie­nes quiero» y «el trabajo duro hace feliz a la gente.»

Es una gran satisfacción en la vida ayudar a los demás a sacar el máximo provecho de sus posibilidades. Los directores suelen decirme:

«Me produce una gran satisfacción sacar a la gente de la mediocridad y enseñarles el camino del éxito.» Los vendedores explican cómo ayu­dan a sus clientes a cambiar la orientación de sus negocios para hacer­los rentables. Los entrenadores explican cómo motivan y orientan a sus atletas, y luego se complacen en verles llegar a famosos.

Hace poco asistí a un banquete celebrado en honor de una profeso­ra de quinto grado de la escuela. Es muy raro que la gente adulta se preocupe, e incluso que simplemente se acuerde, de un profesor de quinto grado de la escuela. En este caso hubo cientos de personas que asistieron y demostraron su cariño a la señora Bower por todo lo que había hecho por ellos.

Después de la recepción, le pregunté: ¿Qué hizo usted por los mu­chachos?

Ella me explicó con amabilidad: «Nunca he considerado a los niños como niños. Siempre he procurado verlos como personas en tránsito hacia la madurez, como si fueran árboles jóvenes que van cre­ciendo, poco a poco, pero con seguridad, hasta convertirse en robles gigantes. Pensaba que mi responsabilidad educativa tenía que desarro­llarse en tres dimensiones: ayudarles a ser buenos padres y madres, buenos ciudadanos y buenos trabajadores.» «Esta idea central —con­tinuó la profesora— me orientó sobre cómo debía enseñar y sobre qué debía enseñar.»

¡Qué ejemplo más hermoso! Este planteamiento es muy superior a considerar a los niños como niños y pensar que la enseñanza no es más que un trabajo. La señora Bower veía las posibilidades de los niños y asumía la responsabilidad de orientar esas posibilidades.