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DIAGNÓSTICO

Ciencia y Salud

Sexualidad y salud (3)

LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS QUE SUFREN OBESIDAD

La sexualidad en las personas que sufren obesidad

El exceso de peso supone un riesgo para la salud porque se sobrecarga el corazón y compromete en general todo el sistema circulatorio. De hecho, las personas que sufren obesidad son muy propensas a sufrir enfermedades como diabetes, hipertensión, arteriosclerosis y problemas coronarios.

Aunque la mayor parte de las veces el exceso de peso se debe a un descuido personal, tanto de la dieta como de la práctica de ejercicio físico, es preciso hacer una evaluación metabólica y descartar enfermedades como el hipotiroidismo, que pueden estar en el origen del problema.

Los obesos mórbidos (muy severos), con independencia de sus trastornos orgánicos, pueden sufrir el rechazo de su pareja y con frecuencia ellos mismos manifiestan una baja en la autoestima, lo que agrava cualquier trastorno sexual.

 Los trastornos sexuales son derivados por las enfermedades que complican la obesidad, sobre todo por las limitaciones físicas que provoca: fatiga fácil, cansancio, dificultad para moverse, ocultamiento y difícil acceso a los órganos genitales. Todo ello influye e impide una adecuada respuesta sexual.

Llevar a cabo un tratamiento contra la obesidad no es cuestión de capricho o estética. La salud se ve seriamente afectada cuando el Índice de Masa Corporal (IMC) soporta cifras altas o muy altas. Para conocer esta cifra es necesario dividir la altura en centímetros entre el peso al cuadrado: IMC (Kg/m2) = Peso real / Talla x Talla. Si la cifra resultante es igual o superior a 30 la persona padecerá obesidad. Si llega a 40 la obesidad es considerada extrema. Para definirla como mórbida es necesario acompañar al dato otras variantes, como la presión arterial o la presencia de colesterol en la sangre. De cualquier forma, sea ligera o severa, la obesidad es una patología que debe tratarse. Combatirla beneficia a la salud, y esta mejora posibilitará la vuelta a la actividad sexual satisfactoria.

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Sexualidad y salud (2)

LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS CON PROBLEMAS CARDIACOS O CIRCULATORIOS

La sexualidad en las personas con problemas cardiacos o circulatorios

La frecuencia de infartos de miocardio anuales en España es de 100 a 250 casos por cien mil habitantes. Para que nos hagamos una idea de su incidencia, esta cifra representa sólo el 20% de los que se producen en EEUU. En términos absolutos, el número total de pacientes con infartos anuales oscila entre 45.000 y 90.000, de los logran sobrevivir entre el 80% al 90%. En relación a la actividad sexual de los pacientes que han sufrido un infarto, se calcula que uno de cuatro afectados no la reanudan, la mitad la reducen de manera muy intensa y tan sólo uno de cada cuatro la equipara a la que tenía antes de sufrir el ataque cardiaco. El descenso tras el infarto tanto en la frecuencia como en el nivel de satisfacción de la actividad sexual se produce de igual manera en el hombre que en la mujer.

Esto supone un grave problema sanitario y, aunque las cosas van cambiando, tanto los médicos como los pacientes rehúsan hablar de la vida sexual del afectado, con lo que no se realiza ni una correcta educación sanitaria ni una adecuada rehabilitación. La baja frecuencia o ausencia de actividad sexual se atribuye a la medicación, a que ya existía con anterioridad algún trastorno sexual (en el hombre con frecuencia suele haber antecedentes de disfunción eréctil) y, sobre todo, al miedo a que después de haber sufrido un infarto la actividad sexual pueda desencadenar otro.

En contra de lo que se cree, la continuidad de la actividad sexual incrementa de manera muy escasa el riesgo de sufrir un infarto agudo de miocardio o muerte entre las personas sanas de mediana edad (tan sólo es responsable de un infarto por cada 10.000 producidos) y algo más entre los individuos con riesgo coronario (responsable de un caso por cada 1.000 infartos producidos).

El esfuerzo físico que requiere la realización del acto sexual es, en general, de intensidad ligera-moderada y el gasto energético que requiere es similar a caminar un kilómetro en 15 minutos (en la fase previa al orgasmo) y subir después deprisa a un segundo piso por la escalera (fase del orgasmo). Si se compara el riesgo que tiene la actividad sexual con otras posibles situaciones que pueden desencadenar un infarto, resulta ser semejante al que supone una crisis de cólera o enfado, y desde luego muy inferior al que se corresponde con el ejercicio físico intenso, y esto es así tanto en personas sanas como en las que tienen problemas coronarios. Está demostrado que el factor que más influye en la prevención de un accidente coronario durante la actividad sexual es el estado de forma física, que depende de la práctica habitual de ejercicio físico.

Si han pasado de 6 a 8 semanas después del infarto y no han surgido complicaciones se puede reanudar la actividad sexual siempre con la previa información del cardiólogo y del médico de familia, manteniendo una serie de precauciones básicas:

- Informarse de manera adecuada a fin de eliminar los miedos y dudas que se puedan tener a la hora de retomar con naturalidad su vida sexual tras el infarto.

- Seguir un control médico de todos los factores que incrementan el riesgo de sufrir una nueva crisis: tabaquismo, hipertensión, dislipemia (elevación de los niveles en sangre del colesterol o los triglicéridos), sobrepeso, diabetes, etc.

- Realizar un programa de ejercicio físico para aumentar la capacidad por encima de los valores mínimos requeridos para realizar el coito.

- Practicar actividad sexual que no sea extenuante ni que requiera esfuerzo intenso.

- Evitar las relaciones sexuales que generen estrés porque suponen un riesgo añadido.

- Evitar practicar el coito después de una comida copiosa, de haber ingerido alcohol o realizado un ejercicio agotador.

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Salud

Sexualidad y salud (1)

Iniciamos un ciclo de temas relacionados con la sexualidad y la salud, espero sean de su agrado. Les agradecemos hacernos llegar sus comentarios.

LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS QUE SUFREN DIABETES

La sexualidad en las personas que sufren diabetes

La salud en su relación con la sexualidad integra cuestiones de bienestar orgánico, psíquico, social y, por supuesto, sexual. Son, por tanto, amplios y cotidianos los problemas que afectan a la sexualidad, pero por lo general se miran de soslayo y no son tenidos en cuenta. En las habituales relaciones del médico con los pacientes, la sexualidad suele ser un tema tabú que no se aborda y sobre el que no se suele consultar por propia iniciativa. Sin embargo, numerosos estudios demuestran una clara relación entre calidad de vida y vida sexual satisfactoria. En algunos, incluso se asocia esta última a una mayor longevidad. En consecuencia, es cada vez más habitual que el personal sanitario se conciencie de lo importante que es abordar las cuestiones sexuales con los pacientes en su consulta, dada la alta frecuencia de trastornos, fácilmente curables, que repercuten en la calidad de vida. Una calidad que mejorará si se logra terminar con la escisión habitual entre sexo y salud, algo que lleva a que muchas personas con trastornos sexuales no reconozcan su relación con alguna enfermedad que pudieran padecer. La persona que sufre hipertensión o que tiene diabetes y presenta capítulos de problemas sexuales puede no ser consciente de que están directamente relacionados con su enfermedad, tal vez con la dieta poco saludable que lleva, o de que esos problemas son consecuencia de los fármacos que ingiere.

De hecho, para que el ciclo de la respuesta sexual se desarrolle de manera satisfactoria, tanto en la mujer como en el hombre, es esencial la adecuada irrigación sanguínea de las zonas genitales y de los órganos y sistemas implicados. Cualquier enfermedad que afecte a los vasos comprometerá también el rendimiento erótico.

Los mecanismos por los que una enfermedad puede menoscabar la vida sexual son numerosos y conviene conocerlos. Están reconocidos como factores de riesgo la diabetes, hipertensión, dislipemias (elevación de los niveles en sangre del colesterol o los triglicéridos), estrés, una vida sedentaria, obesidad, tabaquismo y la toma abusiva de sustancias como alcohol, drogas, etc.

La diabetes es una alteración del metabolismo de los hidratos de carbono que se caracteriza por un aumento excesivo de la glucosa en sangre.

Existen dos tipos de diabetes, la diabetes Tipo I, que suele presentarse de manera brusca, en personas jóvenes y requiere tratamiento con insulina, y la diabetes Tipo II, que comienza de manera insidiosa, con pocos síntomas, habitualmente en personas mayores de 35 años y que suele tratarse con fármacos orales.

La diabetes Tipo II está muy relacionada con la obesidad y es más frecuente que provoque trastornos circulatorias, sobre todo cerebrales y cardíacas. También suelen asociarse en mayor medida a otras enfermedades como hipertensión y dislipemia (colesterol alto).

La diabetes, en cualquiera de su dos tipos, produce, dentro de los 10 primeros años de su diagnóstico, disfunción sexual en aproximadamente la mitad de los pacientes y según avanza la enfermedad la cifra aumenta. Los trastornos sexuales afectan sobre todo a la fase de excitación y provocan dificultades de excitación y de lubricación en la mujer, y disfunción eréctil en el hombre. Esta afectación de la excitación sexual en las personas con diabetes es más progresiva y grave que la que ocurre con otras enfermedades, y a lo largo de su evolución se le asocian trastornos de deseo y también en el orgasmo. A la acción negativa de la diabetes sobre la función sexual se suma la de otras enfermedades que suelen ser simultáneas como hipertensión, colesterol alto e incluso la toma de algunos medicamentos.

La disfunción eréctil, mal llamada impotencia, consiste en la incapacidad para obtener o mantener una erección apropiada hasta el final de la actividad sexual. En el hombre con diabetes es muy frecuente y tiene su origen en los trastornos circulatorios y neuropáticos que la enfermedad provoca, y si no se trata médicamente, aumenta con la edad y los años de evolución de la enfermedad. Con el tiempo, la disfunción eréctil genera pérdida de confianza en la propia capacidad para alcanzar la erección, temor a fracasar e incomunicación con la pareja, que podrá malinterpretar algunas conductas (suele pensar que ha perdido atractivo o que hay otra persona de por medio) y es fácil que se produzca un grave conflicto. Todo ello tiende a perpetuar la disfunción eréctil y a que se asocien trastornos del deseo y del orgasmo si no se realiza un adecuado tratamiento. La diabetes agrava y acelera los trastornos vasculares en el pene típicos del varón que envejece.

En la mujer con diabetes se han comprobado los trastornos del deseo, las dificultades en la lubricación vaginal y la anorgasmia. La disminución o ausencia de la libido o del deseo puede tener un origen psicológico (relaciones insatisfactorias, ansiedad, sentimiento de inferioridad, vergüenza, baja autoestima), pero también a menudo está relacionada con la enfermedad, debido a que los altos niveles de glucosa pueden ocasionar cansancio intenso, lo que conlleva descenso del deseo. El problema sexual más frecuente son las dificultades para obtener una adecuada lubricación por afectación de la excitación asociada a una falta de expansión vaginal, lo que conduce a unas relaciones coitales irritables y dolorosas (dispareunia) y que suelen acarrear disminución del deseo e incluso rechazo a las relaciones sexuales. La anorgasmia o incapacidad para alcanzar el orgasmo la produce la falta de lubricación y el coito doloroso. Un factor añadido que multiplica el rechazo sexual es la frecuente aparición de infeccione s vaginales, propiciadas por los elevados niveles de glucosa, que provocan molestias (mal olor, picor, sensación de suciedad).

Los factores psicológicos sobre cómo se vive la diabetes y cómo se adapta la vida a la enfermedad afectan de manera significativa a la relación sexual. La diabetes puede tener repercusión en la autoestima y en la imagen personal, favorecer los sentimientos negativos de inseguridad, de ser diferente, de haber perdido atractivo y capacidad de seducción y miedo al rechazo. Todo esto favorece conductas que evitan la actividad sexual por miedo al contacto íntimo.

En algunas mujeres el temor a un embarazo no deseado, con todo lo que ello comporta (miedo a las posibles consecuencias sobre el feto y sobre la propia salud) provoca estados de ansiedad que propician el desinterés sexual y, si se lleva a efecto, a adoptar una actitud tensa que ahuyenta cualquier sensación placentera.

En la diabetes Tipo I los trastornos sexuales referidos aparecen de manera más tardía y son menos graves que en la diabetes Tipo II, entre otras razones porque el Tipo I suele asociarse en menor grado a enfermedades como hipertensión, dislipemia y trastornos circulatorios, que también menoscaban la función sexual.

En el tratamiento de los trastornos sexuales inducidos por la diabetes, el correcto seguimiento de la enfermedad de base ocupa un papel relevante. Es esencial cumplir de manera adecuada con la dieta, la toma regular de los fármacos que el médico aconseje (antidiabéticos orales o insulina), la práctica de ejercicio de manera regular y la corrección de los otros factores que pueden agravar la disfunción sexual (depresión, hipertensión arterial, colesterol alto, tabaquismo, vida sedentaria, alcoholismo, ingesta de algunos fármacos).

Los trastornos sexuales en las personas con diabetes pueden precisar una terapia sexual. Asimismo, pueden utilizarse fármacos específicos que, como en la disfunción eréctil o la sequedad vaginal, han demostrado su eficacia.

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Dieta y estabilidad emocional

La mayor parte de los estudios que relacionan la alimentación y el estado de ánimo están centrados en el papel de los distintos nutrientes por separado, en especial el de los ácidos grasos omega-3 y el de algunas vitaminas del grupo B, pero no tanto en el perfil general de consumo de alimentos. Un artículo publicado en noviembre de 2009 en la revista "British Journal of Psychiatry" pone de manifiesto que, entre la población de mediana edad, un patrón de consumo caracterizado por una ingesta elevada de alimentos procesados (con dietas ricas en azúcares y grasas) está más asociado con desequilibrios emocionales, e incluso cuadros de depresión, que otros patrones dietéticos diversificados y caracterizados por un mayor consumo de frutas, verduras y pescado. No es casualidad que estos alimentos sean portadores de nutrientes que equilibran el sistema nervioso y el tejido neuronal.

Nutrientes y bajo estado de ánimo

 
 
La correspondencia entre dieta y salud está desde hace tiempo muy bien asentada en la evidencia científica. Esta relación no solo hace referencia a las enfermedades somáticas (patología cardiovascular, diabetes, etc.), sino que engloba trastornos de índole psíquica, como la ansiedad, el estrés, el bajo estado anímico e, incluso, la depresión.

En los últimos años, se ha hecho especial énfasis en la importancia del aporte de determinados componentes de los alimentos por su asociación con el equilibrio en el plano emocional. Se han identificado las vitaminas del grupo B implicadas en el metabolismo de la homocisteína, como B6, B9 y B12, y los ácidos grasos omega-3, con un especial rol en el desarrollo de trastornos emocionales y síntomas depresivos.

Aunque esta asociación no se pueda obviar, recientes artículos publicados sobre esta materia inciden en la necesidad de realizar más estudios con el fin de establecer una relación causa-efecto clara. Al parecer, hasta la fecha, los resultados no son concluyentes como para poder hacer una recomendación directa a la población. Estas deficiencias se detectan en varias investigaciones, como la publicada en febrero de 2008 en "Nutrition", que puso en evidencia que una mayor ingesta dietética de folatos se asociaba con una menor prevalencia de síntomas depresivos entre la población masculina, pero no así entre las mujeres. Incluso otros estudios, como el publicado en agosto de 2008 en la revista "European Journal of Clinical Nutrition", no han encontrado vínculo entre el bajo consumo de estas vitaminas, los altos niveles de homocisteína y la depresión, en una población de 332 adultos sanos entre 70 y 90 años.

Con respecto a los ácidos grasos poliinsaturados omega-3, una revisión sobre esta materia publicada en marzo de 2010 en la revista "American Journal of Clinical Nutrition" concluye que resulta difícil realizar recomendaciones claras en cuanto al papel de estos nutrientes en la depresión, debido al carácter heterogéneo de las pruebas clínicas realizadas hasta la fecha. Parece ser que la actual evidencia apunta a un potencial efecto beneficioso de los omega-3 en pacientes con enfermedad depresiva diagnosticada, pero no así en el caso de individuos sin un diagnóstico previo.

El papel de la dieta en conjunto

Algunos autores han preferido estudiar el efecto de determinados patrones dietéticos detectados en su conjunto. En un artículo publicado en noviembre de 2009 en la revista "British Journal of Psychiatry", se estudiaron los hábitos dietéticos de 3.486 personas de mediana edad. En esencia, se identificaron dos patrones característicos: el primero, distinguido por una alimentación integral con un alto consumo de alimentos de origen vegetal y pescado; el segundo, caracterizado por un consumo importante de alimentos procesados (postres azucarados, chocolate, carne procesada, fritos, cereales refinados) y lácteos enteros. Después de 5 años, los participantes cumplimentaron un cuestionario con el fin de establecer los distintos grados de bajo estado de ánimo entre ellos. Los resultados fueron claros. Un perfil dietético caracterizado por un alto consumo de alimentos procesados supuso un factor de riesgo respecto a síntomas depresivos autopercibidos, mientras que el perfil de alimentación integral resultó protector.

Estos resultados podrían explicarse en virtud de la mayor riqueza en nutrientes de la alimentación integral: antioxidantes (también identificados en algunos estudios como protectores ante la depresión) de frutas y vegetales; folatos provenientes de las crucíferas (brócoli, coliflor, coles de Bruselas, etc.), vegetales de hoja(espinacas, acelga, etc.) y legumbres; y ácidos grasos omega-3 del pescado.
 
Al mismo tiempo, los autores especulan con la posibilidad de que el resultado protector de este tipo de dieta radique en el efecto acumulativo y sinérgico del consumo de diversos nutrientes obtenidos de un mayor número de alimentos, más que del efecto atribuible a determinados nutrientes considerados de forma aislada.

TIPOS DE GRASA Y SALUD MENTAL

Recientes investigaciones apuntan que el tipo de grasa que se agrega a los alimentos podría tener un papel determinante en distintos aspectos de la salud mental.

Sin alejarse de la depresión, una investigación llevada a cabo entre la Universidad de Navarra y la Universidad de las Palmas de Gran Canaria, publicada en la revista "PLoS One" (Public Library of Sciences One), aúna algunos de los determinantes nutricionales relacionados con las grasas y su relación con la depresión y con la enfermedad cardiovascular.

Los ácidos grasos trans tienen un perfil perjudicial, mientras que los ácidos grasos poliinsaturados y monoinsaturados son protectores para ambas dolencias. Tal y como señala Miguel Ángel Martínez González, coautor del estudio, de esta forma se vuelven a poner en valor las características inherentes a la dieta mediterránea, en cuanto a su riqueza en determinados ácidos grasos (mono y poliinsaturados), distintas a las de alimentos propios de una dieta más occidentalizada (trans y saturados).

Consumer

La música como tratamiento para mejorar la salud

Gracias a la escucha de la música que más le agrada a una persona se liberan compuestos químicos que producen un bienestar. Es la conclusión de un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de McGill, en Montreal (Canadá), y que ha sido publicado en "Nature Neuroscience". No es la primera vez que se asocia con bienestar y diversos trabajos han corroborado ya su capacidad de cambiar los estados de ánimo. La novedad está en que, por primera vez, se ha demostrado que los niveles de dopamina, la sustancia química que produce tal efecto, son hasta 9% más altos cuando se escucha algo que agrada.

La dopamina actúa a través de muchas funciones: influye en el comportamiento y la cognición, la actividad motora, la motivación y la recompensa, la regulación de la producción de leche, el sueño, la atención y el aprendizaje (sus niveles aumentan en respuesta a estímulos o actividades de recompensa como la comida, las relaciones sexuales u obtener dinero). Y, ahora, tras los resultados de la investigación canadiense, también está relacionada con el humor y el bienestar.

Ya se conocía que la dopamina produce un estado de bienestar con ciertos estímulos tangibles, como estar enamorado. Los investigadores añaden que el hecho de recibir placer a través de la música podría deberse también a un sistema de recompensa abstracta, alejado del placer que se obtiene a través de la comida u otros instintos más básicos.

Ventajas para la salud

Este trabajo da garantías a otros hallazgos pasados, entre los que está uno realizado en la Universidad de Maryland (EE.UU.) que afirma que escuchar la música que más alegra favorece una buena salud cardiovascular: cuando los voluntarios de este estudio escuchaban la que les complacía, sus venas y arterias se dilataban un 26%, lo que en términos médicos se considera una respuesta muy saludable. Si bien los expertos insisten que no puede considerarse como tratamiento para enfermedades de este tipo, sí que indican que puede constituir otra estrategia preventiva fácilmente incorporable en las costumbres cotidianas.

Los mismos investigadores explicaban en otro estudio parecido que escuchar 30 minutos diarios no solo sirve como relajante mental, sino que tiene otros beneficios que se extienden al resto del organismo. La clave no está tanto en el tipo de música, sino en el volumen, el ritmo y en el hecho de que sea la preferida del oyente. Aunque los efectos en la corriente sanguínea duran unos segundos, la acumulación de beneficios perdura y son muy positivos en todas las edades.

Tanta es su influencia que los expertos aseguran que, del mismo modo que escuchar aquella que a uno le agrada aporta muchos beneficios, hacerlo con música "desagradable" puede producir efectos contraproducentes en el humor e, incluso, provocar una constricción de los vasos sanguíneos. Los dos trabajos confirman otros previos llevados a cabo por la Universidad de Brunel, en Londres (Reino Unido), en el que se concluía que ayuda a mejorar el humor y aumentar el rendimiento atlético hasta un 15%.

Como terapia

Pero la música no sólo interviene en el bienestar del organismo. También desarrolla la capacidad de atención y favorece la imaginación y la capacidad creadora, estimula la habilidad de concentración y la memoria a corto y largo plazo, y desarrolla el sentido del orden y el análisis, facilita el aprendizaje y ejercita la inteligencia.

Las mismas áreas del cerebro implicadas en la percepción musical intervienen también en el lenguaje y en tareas de lectura. Investigadores del Laboratorio de Neurociencia Auditiva de la Universidad Northwestern (EE.UU.) sugería hace justo un año en la reunión anual de la "American Association for the Advancement of Science" (AAAS) que la formación musical mejora las habilidades lingüísticas y cognitivas en niños, tanto con problemas de aprendizaje como sin ellos. De la misma manera, la instrucción musical, según los científicos, induce una mayor sensibilidad a las emociones.

La música como terapia se utiliza en el tratamiento de dolencias como la hipertensión arterial, estados de ansiedad, depresión y estrés, y alteraciones del sueño. También se emplea en la rehabilitación de trastornos psicóticos, autismo y de adolescentes con trastornos del comportamiento. Como su escucha interviene en la producción o inhibición de neurotransmisores en el organismo, a través de ella, se intenta provocar reacciones químicas que mejoren, aceleren o favorezcan el aprendizaje.

Desde el nacimiento

Educar en la música desde la niñez es importante para que los más pequeños puedan sacar provecho de todos sus beneficios fisiológicos y psicológicos. No solo desarrollarán su sensibilidad estética, sino también su emotividad. Lo cierto es que hay una relación directa entre lo que uno escucha y cómo piensa o actúa. También es importante cómo se escucha la música, es decir, un volumen más o menos alto, el ritmo o la velocidad, las intensidades, la cantidad de tiempo, el contenido de las letras de las canciones o el tipo de baile asociado a cada canción.

Todos estos elementos constituyen diversas formas y hábitos sociales que influirán en la manera de ser del niño e, incluso, en su manera de vestir. No obstante, es recomendable hacer un buen uso de todos los elementos. Respecto al volumen, por ejemplo, cuando es demasiado alto puede provocar falta de concentración, alteración el sistema nervioso y alteración de la salud del oído.

Según un método oficial estadounidense, el método Tomatis, la educación musical y del oído puede iniciarse en el útero materno. Alfred Tomatis era un otorrinolaringólogo francés que reveló a mediados del siglo pasado que el embrión codifica las vibraciones. Este descubrimiento fue el inicio la audiopsicofonología. Según esta teoría, es aconsejable que las embarazadas canten (aunque desafinen), porque la voz, vía columna vertebral y filtración por parte del líquido amniótico, llega al embrión. Éste escucha y percibe el sonido a través de un "preoído" que se desarrolla a partir de las tres semanas de gestación.

La música, por tanto, puede activar la escucha ya en el embrión, fundamental para todas las etapas de la vida, según Tomatis. Tan importante es la escucha que si no funciona el sentido del oído se pueden producir graves problemas de aprendizaje y del habla. En resumen, bienestar y salud desde, incluso, antes del nacimiento.

Nature Neuroscience

Luz y calidad del sueño

La calidad del sueño podría estar afectada por la cantidad de luz eléctrica a la cual nos exponemos antes de dormir, según una nueva investigación.

El estudio afirma que esta exposición -entre el crepúsculo y el momento de irse a la cama- suprime los niveles de la hormona melatonina, que se sabe es responsable de los patrones de sueño.

Y esto, dice la investigación publicada en Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism (Revista de Endocrinología Clínica y Metabolismo), podría también tener un impacto en otros procesos fisiológicos regulados por la melatonina, como la hipertensión y la diabetes.

La melatonina es producida en la noche por la glándula pineal en el cerebro. Esta producción comienza cuando oscurece y dura toda la noche.

Además de ser responsable de la regulación de los ciclos de sueño y vigilia, se ha demostrado que también puede reducir la presión arterial, los niveles de glucosa en la sangre y la temperatura corporal.

Tal como afirman los investigadores del Hospitales Brigham y de Mujeres y la Escuela Médica de Harvard, en Boston, Estados Unidos, en la vida moderna los seres humanos estamos cambiando constantemente nuestros patrones de sueño debido al trabajo o actividades recreativas.

Y también estamos cada vez más expuestos a la luz eléctrica en las horas nocturnas cuando nuestro reloj biológico supone que deberíamos estar durmiendo.

Los científicos querían investigar si esta exposición a la luz artificial tenía algún impacto en la producción de la melatonina.

Producción suprimida

En el estudio participaron 116 voluntarios de entre 18 y 30 años que pasaron cinco días en un cuarto donde la cantidad de luz y de sueño estaban controlados.

Primero debían estar despiertos durante 16 horas y dormidos durante ocho horas cada día.

Al principio fueron expuestos a 16 horas de luz eléctrica durante sus horas despiertos. Posteriormente se les cambió a un patrón de ocho horas de luz eléctrica en la mañana y ocho horas de luz tenue en la noche.

Asimismo fueron sometidos a continuos análisis de sangre para medir sus niveles de melatonina.

Los investigadores encontraron que la luz eléctrica entre el atardecer y el momento de irse a la cama redujo 90 minutos la producción de melatonina.

Con la luz tenue, la producción de melatonina se mantuvo durante esos 90 minutos.

Pero con la exposición a la luz eléctrica durante las horas normales de sueño la producción de la hormona quedó suprimida durante otros 45 minutos.

Según el doctor Joshua Gooley, quien dirigió la investigación, "nuestro estudio muestra que esta exposición a la luz interior tiene un efecto supresor fuerte en la hormona melatonina".

"Esto, a su vez, tiene efectos en la calidad de sueño y en la capacidad del organismo para regular la temperatura corporal, la presión arterial y los niveles de glucosa", agrega.

Según el científico mantener la luces encendidas durante la noche también reduce la producción de la hormona.

"Dado que se ha planteado como hipótesis que la supresión crónica de melatonina incrementa el riesgo relativo de algunos tipos de cáncer y que los genes receptores de la melatonina han sido vinculados a la diabetes tipo 2, nuestros hallazgos podrían tener implicaciones importantes para la salud" expresa el doctor Gooley.

El investigador subraya, sin embargo, que es necesario llevar a cabo más estudios para confirmar si la supresión de melatonina realmente es un factor de riesgo de estas enfermedades.

BBC Mundo.com

Concientizarse ante la hipertensión arterial

En la actualidad, hay una gran evidencia científica de que el control de la presión arterial reduce el riesgo cardiovascular. Si se tiene en cuenta que en torno al 35% de los ciudadanos adultos padecen hipertensión, los riesgos de desarrollar a largo plazo enfermedades cardiovasculares en una parte importante de la población son evidentes. Sin embargo, si bien hay tratamientos farmacológicos que han demostrado ser muy eficaces, más del 50% de los afectados por esta patología registran cifras de presión arterial descontrolada.

El control es esencial, ya que las complicaciones de la hipertensión pueden ser muy graves: accidentes cardiovasculares, insuficiencia renal, hemorragias cerebrales o lesiones en la retina, entre otras. Los especialistas afirman que una de cada cuatro muertes en los países desarrollados se debe a una enfermedad cardiovascular. Un estudio reciente llevado a cabo por investigadores de la RECAVA (Red de Investigación Cardiovascular perteneciente al Instituto de Salud Carlos III del Ministerio de Ciencia e Innovación), en el que han participado 79 médicos de Atención Primaria pertenecientes a centros de salud de toda España, ha mostrado por primera vez evidencias científicas de que hay una estrategia adecuada para mejorar el control de la hipertensión.

Control global

Esta estrategia ha merecido el reconocimiento de la revista "Circulation", una de las principales revistas del mundo en su especialidad, en un editorial que destaca la facilidad con la que se puede implementar. En el fondo, ésta incide en la simple necesidad de implicar a todos los involucrados en la patología concreta: pacientes, médicos y gestores de salud. Para estos últimos debe ser una buena herramienta que ayude a mejorar la adherencia al tratamiento con fármacos antihipertensivos.

Para los pacientes, los planes de actuación deben fijar una nueva conciencia de control de la enfermedad basada en la propia conducta. Es imprescindible una alimentación sana y equilibrada: en el 15% de los casos, si el paciente introdujera pequeños cambios en su estilo de vida para mantener los objetivos de salud, no sería necesario un tratamiento farmacológico. No obstante, datos recientes de la Sociedad Española de Hipertensión - Liga Española para la lucha contra la hipertensión arterial indican que el 85% de los pacientes hipertensos incumple las recomendaciones de su médico y abandona el tratamiento durante el primer año. Entre los motivos que se esgrimen con más frecuencia figuran la falta de tiempo, el rechazo a sentirse enfermo y las dietas severas.

Reglas de oro

La Sociedad Española de Hipertensión establece cinco reglas de oro tanto para prevenir como para tratar la hipertensión: ejercicio, que se concreta en andar al menos media hora al día, usar escaleras en vez de ascensor, bajar una parada antes si se coge el autobús o tratar de aparcar un par de manzanas lejos de casa; alimentación con horarios fijos de las comidas, comer despacio y llevar una dieta sana y equilibrada en la que predominen frutas, verduras y hortalizas; no fumar; vivir sin estrés y tomarse la vida con optimismo y calma; y limitar el consumo de alcohol, sobre todo, por su alto contenido calórico.

El consumo elevado de sal es, por otro lado, el principal factor que incrementa las cifras de presión arterial. Los datos en este sentido son preocupantes: España es el segundo país de la Unión Europea que más la consume, con diez gramos diarios, el doble de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El control de la obesidad es otro de los puntos clave, ya que la presión arterial aumenta de forma proporcional al exceso de peso. Un porcentaje muy elevado de pacientes con hipertensión tiene un peso excesivo y más de la mitad de las personas obesas es hipertensa. No obstante, a pesar de las terribles consecuencias a largo plazo, el número de personas con obesidad en España aumenta cada año y, hoy en día, entre el 40% y el 50% de los españoles está por encima de su peso adecuado y cerca del 20% está en rango de obesidad. Este problema supone cada vez más una verdadera preocupación en la edad infantil.

HIPERTENSIÓN INFANTIL

Cada año se diagnostican más jóvenes y niños con hipertensión, si bien el número de afectados es inferior al de los adultos (una de sus causas es el inevitable paso de los años, que provoca el desarrollo de arterioesclerosis). Afecta a cerca del 3% de la población infantil y su principal motivo es la obesidad. Un reciente estudio de la Organización Mundial de la Salud afirma que los niveles de obesidad infantil en España han superado las cifras de EE.UU., país que siempre se ha asociado con una tasa notable de sobrepeso.

El control de la obesidad a estas edades es muy importante, porque el 80% de los jóvenes obesos lo serán también en la edad adulta, según datos de la Sociedad Europea de Hipertensión. Como en los adultos, a menudo, está relacionada con un estilo de vida sedentario, consumo excesivo de sal y grasas en la dieta o exposición al humo del tabaco.

Otros factores exclusivos son antecedentes familiares, niños prematuros o que nacen con bajo peso. Los menores con hipertensión sufren, con frecuencia, dolor de cabeza, mareos, agotamiento, coloración rojiza en rostro y orejas o sangrado de la nariz, entre otros síntomas. El tratamiento es muy parecido al de los adultos. Como en ellos, es esencial el control higiénico-dietético que, en muchos casos, será suficiente para reducir los niveles de presión en sangre.

El problema ha tomado tal calibre, que a finales de 2009 la Sociedad Europea de Hipertensión publicó la primera guía infantil, en cuya redacción participó el Centro Español de Investigación Biomédica en Red sobre la Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (Ciberobn) español. El documento incluye la definición y clasificación de la hipertensión arterial, medidas preventivas, pruebas, estrategias y enfoques terapéuticos en condiciones especiales, así como la detección de sus formas secundarias.

Consumer

En la ruta del bloqueo de la entrada del virus del sida

Científicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han participado en un equipo internacional que ha logrado diseñar un nuevo fármaco capaz de bloquear la entrada del virus del sida en las células que va a infectar. El tratamiento, probado con éxito en ensayos clínicos en fase I y II en humanos (en ellos se prueba la toxicidad del compuesto y su eficacia), está basado en el derivado de una pequeña proteína o péptido que produce el propio organismo, probablemente, para defenderse de otros virus a los que lleva expuesto miles de años, explicó el CSIC.

Tras identificar en la sangre el citado péptido, denominado VIRIP, y detectar que impedía que el VIH inyectase su contenido a través de la membrana celular, los científicos comprobaron que por sí solo no servía como medicamento por su escasa eficacia. Para resolver este problema, sintetizaron unas 600 variantes de VIRIP hasta que dieron con una, denominada VIR-576, con una eficacia similar a otros medicamentos contra el sida y con apenas efectos secundarios.

"Lo que hicimos fue aumentar la potencia a un péptido que todos tenemos en el organismo para defendernos de determinados ataques virales y que, en su forma natural, no es suficientemente activo para protegernos de la infección por VIH", explicó el investigador del CSIC y coordinador del equipo español que ha participado en el estudio, Guillermo Giménez.

Los ensayos clínicos en fase I y II se llevaron a cabo en 18 pacientes infectados de VIH-1, que se trataron durante 10 días con tres dosis diferentes de VIR-576 al día. Según las pruebas, los pacientes con la dosis más alta redujeron los niveles del virus en la sangre y toleraron bien el medicamento. Los pacientes apenas sufrieron efectos secundarios. Solo hubo algunos casos de alergia en la piel, estreñimiento o dolor de cabeza.

Los investigadores defienden que su trabajo, publicado en el último número de "Science Translational Medicine", supone un avance ya que el virus del sida encuentra diversas vías para zafarse de la acción de los medicamentos que con más frecuencia se usan en la actualidad para tener controlados los niveles en sangre una vez infectado el organismo. Además, como el nuevo fármaco no necesita entrar en la célula para actuar frente al virus, se reducen los efectos secundarios para el paciente.

Sin embargo, este nuevo tratamiento aún resulta caro debido a que su fabricación es muy laboriosa y debe administrarse por vía intravenosa. Por ello, los investigadores trabajan ahora en la búsqueda de una molécula pequeña que imite el funcionamiento de VIR-576, pero que tenga la ventaja de administrarse de forma oral.